18/08/2014 |
Corre
peligro de derrumbe la clasica Confiteria Del Molino. 18/08/2014 |
El
histórico edificio de Callao y Rivadavia permanece cerrado
desde 1997 y se encuentra muy deteriorado. El proyecto para recuperarlo
perderá estado parlamentario si no se trata antes de noviembre.
Hace casi un siglo, cuando abrió sus puertas allá
por julio de 1916, la Confitería del Molino tenía
aspiraciones y futuro de grandeza. La adornaban mármoles,
vitraux y bronces mandados a hacer especialmente a Italia, contaba
con la mejor pastelería de la época, salones para
fiestas y hasta su propia fábrica de hielo.
El café ubicado a metros del Congreso y a pocas cuadras de
la calle Corrientes no tardaría en convertirse en un hito
porteño que mencionaron escritores como Roberto Arlt o Jorge
Luis Borges e hicieron pie Carlos Gardel o Evita. También
fue escenario extraoficial de buena parte de la historia política
de la Argentina.
Sin embargo, en el mes que cumpliría 98 años, su futuro
parece ser incierto y algunos incluso aventuran que avanza hacia
una especie de demolición por abandono. Es que desde que
en enero de 1997 la histórica confitería bajó
sus persianas, en un supuesto cierre por vacaciones, todos los proyectos
parlamentarios que proponían restaurar el edificio quedaron
cajoneados o se disolvieron en distintas instancias. El último
de ellos, que recibió media sanción en el Senado en
2012, perderá estado parlamentario si no se aprueba en Diputados
antes de noviembre de este año.
El filósofo y ex senador Samuel Cabanchik fue uno de los
principales impulsores de ese proyecto de expropiación que
apunta a que la vieja confitería sea concesionada para financiar
con esos ingresos el armado –en el resto de los pisos del
edificio– de un anexo del Congreso, en el que funcionarían
un museo y un centro cultural. A Cabanchik le resulta curioso que
su proyecto haya caído en el olvido, ya que tanto el oficialismo
como la oposición habían mostrado interés en
que saliera adelante. Incluso, dice a Diario Z, encajaba con el
plan de Julián Domínguez, presidente de la Cámara
de Diputados, de armar una suerte de “manzana legislativa”,
integrando los anexos de la Cámara que existen actualmente.
El proyecto de Cabanchik coincidió con otro similar que el
diputado Roy Cortina (PS) promovía en Diputados. Cuando vio
que le habían ganado de mano, Cortina (que presidía
la comisión de Cultura) decidió apoyar el de Cabanchik:
sin embargo, pasaron casi 20 meses de aquella media sanción
en el Senado, el socialista ya no preside la comisión de
Cultura en diputados, Cabanchik ya no es senador y la sobrevivencia
del proyecto de expropiación ha entrado en cuenta regresiva.
“El caso de la Confitería del Molino es raro, no es
que no quieran el proyecto en Ciudad o Nación sino que es
como si tuviera mala suerte el edificio. Todos tienen intención
de hacerlo pero no se hace: o se cae en Cámara o un sector
del oficialismo se opone o lo frenan opositores para hacerle la
guerra al oficialismo”, comenta a Diario Z.
Esa historia no es nueva. El mismo año en que cerró
la confitería ya se presentó un plan para reabrirla,
sin éxito. Luego, a fines de 2006, un proyecto de expropiación
parecido a los actuales que impulsaba Jorge Coscia se aprobó
de forma unánime (172 a 0) en la Cámara de Diputados,
pero también se terminó cayendo: según a quien
se le pregunte, se dice que fracasó por falta de decisión
política o porque los herederos estaban en medio de un conflictivo
proceso de sucesión. Entre medio, también se presentaron
proyectos semejantes en la Legislatura porteña que fueron
quedando en el aire.
Historia célebre
La vida de la Confitería del Molino ha estado marcada por
la del Congreso aún antes de existir como tal. La historia
se remonta a principios del siglo XX, cuando los pasteleros de origen
italiano Constantino Rossi y Cayetano Brenna tuvieron que mudar
su confitería ubicada en las actuales Rivadavia y Rodríguez
Peña, cerca de un molino harinero del que había tomado
prestado el nombre, debido a la construcción de la Plaza
Congreso. La nueva ubicación fue la esquina de Callao y Rivadavia,
donde funcionó a partir de 1905, pero con un aspecto muy
distinto al actual.
Tras comprar en 1915 los dos edificios vecinos, Brenna decidió
emprender una ambiciosa obra: unificarlos en lo que sería
una de las construcciones más altas, lujosas e imponentes
de la ciudad. El plan era contar con un subsuelo para producir la
pastelería, planta baja para confitería, primer piso
para los lujosos salones de fiesta y pisos superiores con departamentos
de alquiler.
El encargo que le hizo al arquitecto Francisco Gianotti también
incluía una condición: la obra debía adaptarse
al funcionamiento de la confitería, que no podía cerrar.
En los trabajos de refacción fue clave el hermano del arquitecto,
Bautista Gianotti, que fabricó y envió desde Italia
puertas, ventanas, columnas de mármol, cientos de metros
de vitraux, manijas y otros detalles de bronce. “Esta confitería,
junto a la Galería Güemes, son por calidad y tamaño
los máximos referentes del art noveau en Buenos Aires, pero
es además un ejemplo rarísimo en el mundo por su influencia
holandesa. La mayoría de los arquitectos de esta movida eran
franceses o italianos, como Gianotti, pero para este proyecto él
tomó tanto el diseño de la torre como de las aspas
de un molino holandés”, cuenta Willy Pastrana, presidente
de la Asociación Art Noveau de Buenos Aires.
La Nueva Confitería del Molino se inauguró el 9 de
julio de 1916 y rápidamente se convirtió en un emblema
porteño. Entre sus exquisiteces figuraban las almendras azucaradas
que el poeta Oliverio Girondo comparó con los “dulces
ojos” de las muchachas de Flores; el Imperial Ruso, que Brenna
creó como homenaje a la desterrada dinastía Romanov
después de la revolución de 1917; y también
El Leguisamo, un postre que según la leyenda le encargó
el propio Carlos Gardel para homenajear a su amigo, el jockey Ireneo
Leguisamo, aunque tanto la creación del postre como la anécdota
también se la atribuye otra de las grandes confiterías
porteñas, Las Violetas.
La historia hizo varias paradas en la Confitería del Molino.
La frecuentaron Evita Duarte, Niní Marshall y políticos
como Alfredo Palacios, que prácticamente la utilizaba como
segunda oficina y lugar de inspiración para escribir sus
discursos. En 1930, durante el golpe de Estado contra Yrigoyen,
las tropas de Uriburu la incendiaron porque supuestamente les habían
disparado desde las ventanas del edificio. Roberto Arlt fue testigo
de parte de ese episodio y lo contó en “Donde quemaban
las papas”, una de sus aguafuertes porteñas. Allí
el escritor de Boedo relata que “de los altos de la confitería
del Molino salían pequeñas nubecitas de polvo o humo.
No sé”. También Borges y Bioy Casares se refieren
varias veces a una barra que se reunía en la confitería
en “Más allá del bien y del mal”, relato
del libro Nuevos cuentos de Bustos Domecq.
Conducen a nada
Tras la muerte de Brenna a fines de la década del 30, la
confitería pasó por varias manos hasta que finalmente
fue recuperada por sus nietos, que la manejaron hasta el sorpresivo
cierre en 1997. Desde entonces el edificio ha estado abandonado,
aunque se sabe que en su interior se alquilan departamentos de manera
irregular. “El último relevamiento arquitectónico
lo hicimos entre septiembre y octubre de 2013 y, aunque no pudimos
acceder al interior, se calcula que al menos parte de los bronces
y vitraux ya se vendieron”, cuenta Pastrana, de la Asociación
Art Noveau. “La situación en el exterior no es mucho
mejor, está muy deteriorado. A mí me resulta increíble,
por ejemplo, que aún se mantenga en pie la marquesina de
vitraux. Y que por lo menos no se hayan robado los bajorrelieves
de bronce.”
Por su ubicación estratégica y su llamativo aspecto,
distinto a cualquier otro edificio de la ciudad, la Confitería
del Molino siempre ha cosechado amigos y admiradores. Aunque la
fotógrafa Paula Acunzo nunca vio la confitería en
su esplendor, ni se paseó por sus lujosos salones, conocidos
como El Versalles y El Gran Molino, durante toda su infancia escuchó
en boca de un tío relatos e historias que transcurrían
en la mítica confitería. “Por mi edad, llegue
a verlo por dentro sólo en 2005, cuando abrieron uno de los
pisos para La Noche de los Museos. Pero él me contaba que
tenía un molino de neón y muchas otras cosas”,
cuenta. Un día, mientras pasaba por esa esquina abandonada,
decidió armar a través de Facebook la “Agrupación
para que se restaure la Confitería del Molino”, que
desde hace varios años organiza actividades en la esquina
de Rivadavia y Callao reclamando la restauración del edificio.
A esa página de internet les han llegado todo tipo de denuncias
y rumores: que las estatuas que adornaban el frente fueron a parar
a un bar de Belgrano, que en su interior se alquilan habitaciones
y se fraccionan estancias a piacere, que los dueños piden
precios multimillonarios por el edificio porque al ser patrimonio
nacional están exentos de cualquier gasto de impuestos o
mantenimiento, etcétera. “La sensación que uno
tiene al ver lo que ha pasado es que acá están esperando
y que cuando se cae, se cae. Ya está. Es por eso que los
únicos proyectos viables pasan por la expropiación”,
comenta. En su página de Facebook, los miembros cuelgan imágenes
de cómo podría verse la opaca fachada de la confitería
en caso de ser restaurada así como otros recuerdos de las
épocas de esplendor, desde fotos históricas hasta
imágenes de una servilleta con el logo de un molino que alguien
guardó durante décadas.
Un funcionario nacional que prefirió no aparecer nombrado
en esta nota cuenta que en realidad él cree que actualmente
hasta los dueños también están apostando a
la expropiación del edificio. Hay una ley de la Ciudad que
obliga a mantener la fachada de los edificios antiguos, básicamente
porque pueden ser un peligro para la gente que pasa por la vereda,
pero “en este caso incluso se les mandó una nota para
advertirlos y no pasó nada”, comenta. El problema,
señala, es que más allá de la posibilidad de
que los legisladores aprueben la expropiación y aparezcan
los fondos, lo que falta resolver es lo que vendrá después:
cómo mantener y restaurar un edificio que tras década
y media de abandono y hermetismo, nadie sabe con certeza en qué
estado se encuentra. Una clave para la restauración es recuperar
el equipamiento de la confitería, por ejemplo, pero no está
claro si todavía se encuentra en su interior o fue vendido
irregularmente.
Por ahora, mientras la posibilidad de expropiarlo corre otra vez
contrarreloj en el Congreso, el brillo de ese edificio emblemático
sólo se puede ver en fotos antiguas, videos con algunas veladas
de tango o en un videoclip que Madonna grabó mientras estaba
en Buenos Aires filmando la película Evita, justo un año
antes del cierre definitivo de la confitería.
El título de la canción que la diva cantaba en uno
de sus salones, “El amor ya no vive aquí”, hoy
parece casi una ironía.
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Los
carritos de la Costanera Sur cambian parrillas de carbón
por gas. 18/08/2014 |
Presentados
como “más seguros y modernos”, los clásicos
carritos de la Costanera Sur serán reemplazados por nuevos
equipos a gas, que reemplazarán el uso de parrillas a carbón,
y por consecuencia, el tradicional sabor criollo de las brasas.
Buenos Aires, 19 de agosto de 2014 -El Gobierno porteño pondrá
en funcionamiento 24 nuevos carritos en la Costanera Sur, “con
mejores condiciones de higiene, seguridad y diseño para todos
los vecinos y turistas que desean comprar bebidas y alimentos en
la zona”, señalaron a PuraCiudad.com desde la cartera
coordinadora de ministerios, que conduce el jefe de Gabinete Horacio
Rodríguez Larreta.
Los nuevos carritos funcionan a gas y reemplazan a las parrillas
a base de carbón, además de “garantizar mayor
higiene para los consumidores”, precisaron las fuentes.
El diseño de los puestos es moderno y homogéneo: son
todos iguales, de color marrón en el exterior y blanco en
el interior, con toldos de franjas blancas y amarillas. Los antiguos,
en cambio, eran estructuras anticuadas, cuyas medidas, cartelería
y marquesinas no se ajustaban a las permitidas por la ley. El nuevo
diseño contempla también el espacio para un freezer
y una heladera con exhibidor para bebidas.
Las nuevas instalaciones pertenecen al Gobierno de la Ciudad, que
los cede en comodato por cinco años a los permisionarios
de los puestos. A cambio de la cesión, los encargados tienen
que conservar los carros en buen estado, mantener limpio el entorno,
tener la libreta sanitaria al día y pagar el canon correspondiente.
En caso de incumplimiento de alguno de estos requisitos, se pierde
el permiso y el puesto.
Los controles bromatológicos de los nuevos puestos están
a cargo de la Agencia Gubernamental de Control (AGC), a través
de su Dirección General de Higiene y Seguridad Alimentaria.
Para acceder a los nuevos carritos, todo el personal que trabaja
en los puestos realizó un curso de manipulación de
alimentos.
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El
crecimiento de las exportaciones porteñas no acompaña
el aumento de su deuda pública en moneda extranjera. 18/08/2014 |
El
financiamiento en moneda extranjera del gobierno porteño
y el desempeño declinante de las exportaciones de este distrito
generan mayores demandas de divisas agudizando la restricción
externa que afecta al país en su conjunto, advirtió
un análisis del Grupo de Estudio de Economía Nacional
y Popular (Geenap).
"El PRO continúa con el endeudamiento desmedido, aunque
no explica detalladamente el destino de dicho financiamiento",
denunció el informe.
En 2007, la Capital Federal contaba con una deuda en dólares
de 458,1 millones, y en la actualidad asciende a 1.904,3 millones,
representando un incremento de 316 por ciento
Remarcó que "lo más preocupante es el endeudamiento
en dólares que más que se cuadruplicó desde
que Mauricio Macri asumió el gobierno de la Ciudad en 2007".
Ese año,
la Capital Federal contaba con una deuda en dólares de
458,1 millones, y en la actualidad asciende a 1.904,3 millones,
representando un incremento de 316 por ciento.
"Este
endeudamiento va de la mano del reiterado déficit fiscal
de la gestión de Macri, que en el presupuesto 2014 ya asciende
a 1.078.696.887 pesos, con un nivel de gasto de 59.718.924.240
y de ingresos de 58.640.227.353", precisó el Geenap.
Afirmó
que "el déficit fiscal es una práctica habitual
de la gestión del PRO, con excepción de 2010, a
pesar del fuerte impuestazo aplicado en los últimos años".
En ese sentido,
remarcó que "los ingresos de la Ciudad aumentaron
considerablemente a partir del incremento de los impuestos de
ABL, Ingresos Brutos y Sellos y también de las mayores
transferencias de la Nación", no obstante lo cual
señaló que "los gastos crecen en una proporción
mayor".
"Financiar
este importante déficit con endeudamiento externo en divisas,
cuando la mayoría del gasto porteño es en pesos,
resulta sumamente peligrosO y perjudicial para un sano manejo
de las cuentas de la Ciudad", advirtió el Geenap.
Estimó
que así se "alimenta un ciclo vicioso donde la adquisición
de nueva deuda no está destinada en su totalidad a la inversión
pública y a obras de infraestructura, sino a cubrir gasto
corriente y al refinanciamiento de los vencimientos de créditos
contraídos en los años anteriores".
El informe
precisó que "en el caso de la deuda en dólares,
el 99 por ciento de los compromisos financieros asumidos por el
gobierno porteño están en moneda extranjera o en
títulos atados al valor de esa divisa".
Además,
puntualizó que "lo más agravante es la escasa
generación de divisas por parte de las exportaciones propias
de la Ciudad", y aseguró que "desde 2007 hasta
la actualidad, prácticamente no han crecido".
En 2007, las
exportaciones ascendían a 361 millones de dólares
mientras que en 2013, las mismas totalizaron los 387 millones,
según la Dirección General de Estadística
y Censos del Ministerio de Hacienda porteño, representando
un mínimo incremento de 7 por ciento acumulado en seis
años.
"La Ciudad
genera más necesidades de divisas al país, mientras
su aporte a la obtención de las mismas no crece",
concluyó el Geenap.
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¿Y
las sendas peatonales?. 18/08/2014 |
Lo
que nos ocurre todos los días.
El vecino sabe que está cruzando bien, porque en los años
que atraviesa a diario esa bocacalle siempre hubo una senda peatonal.
Pero los automovilistas están allí, como si nada,
amparados en que la senda peatonal se ha convertido en un rastro
imperceptible que ha quedado cubierto por un parche de bacheo reciente.
La irregularidad se repite en decenas de barrios porteños
(Villa Urquiza, Chacarita, Palermo, Saavedra, por mencionar sólo
algunos), y se mantiene por meses, si es que alguna vez se corrige.
Las cuadrillas de pavimentación y bacheo, en muchos casos,
concretan arreglos en las bocacalles cubriendo pozos en el sector
de las llamadas "cebras" y luego no vuelven a pintar de
blanco las barras transversales.
Los porteños estamos acostumbrados al frenesí del
tránsito y las habituales infracciones de los conductores,
que convierten la vida del peatón en una serie de complicaciones
cotidianas. Abundan los automovilistas indolentes que no respetan
las normas ni al prójimo.
Pero, cuando a las conductas individuales se suman falencias en
la infraestructura urbana que fomentan el "vale todo",
andar de a pie por las callecitas porteñas ya se parece más
a un deporte extremo. Además, dan lugar a habituales discusiones
entre ciudadanos que podrían estar resueltas de antemano
si el Estado hubiera regulado convenientemente el espacio público
con la señalética correspondiente.
Es entonces cuando surge la preocupación: ¿las obras
de pavimentación y bacheo no incluyen la posterior pintura
de las sendas peatonales u otras delimitaciones existentes en la
calzada, luego de haberla emparejado? Y si las incluye, y por cierto
las contempla en el presupuesto asignado, ¿cómo se
controla la calidad de la obra? A juzgar por los trastornos evidenciados,
parece que se controla bastante mal.
LA PLAZA MAFALDA, A OSCURAS
El vecino Daniel Tello denunció que desde hace más
de 15 días no hay luz en la plaza Mafalda, flanqueada por
Concepción Arenal, General Martínez, Conde y Santos
Dumont, en Colegiales. La zona "se convirtió en tierra
de nadie, sobre todo por las noches", y ya "no se puede
pasar por allí caminando", dice Tello. Aseguró,
además, que la oscuridad "incrementó la delincuencia"
en el barrio.
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